La industria del videojuego ha evolucionado. Es un hecho palpable y demostrable con los fríos números. Sin embargo la prensa no hemos sido capaces de seguirle el ritmo. Bien porque no hemos querido, bien porque no nos han dejado.
La crítica dentro del mundo del videojuego debe entenderse como un bien necesario. Somos un nexo vital dentro de quien realiza el juego y quien lo consume. Nuestra voz no tiene más peso que quien acude un viernes de lanzamiento a su tienda de videojuegos en busca de un juego que ha estado esperando durante meses. Pero sí que se nos oye más alto. Llevamos una responsabilidad inherente a nuestra propia naturaleza. Y por esa responsabilidad debemos hacer un ejercicio de honestidad y ver si lo que hoy tenemos como prensa especializada es lo que queremos consumir o hacer.
El código deontológico nos obliga a ser objetivos e independientes. Tomar distancia y no responder ante presiones externas que condicionen la información y puedan llegar a comprometer la viabilidad de un proyecto. ¿Lo estamos haciendo? Que cada palo aguante su vela.
El modelo actual es heredado de más de tres décadas de servilismo. Cambiarlo no es sencillo. Pero aún será más difícil si no nos proponemos dar ese paso. El cine, la literatura y la pintura admiten la crítica. El videojuego debe hacerlo.